Entrevista con Gabriela Luna, Adriana Marín y Mariana Gómez – Parte 1

Colegio Suizo de México | Sep 11, 2019


De izquierda a derecha: Las psicólogas Adriana Marín (Primaria); Mariana Gómez (Preescolar) y Gabriela Luna (Secundaria y CCH).

En México el suicidio es la segunda causa de muerte en mujeres jóvenes y la tercera en hombres jóvenes, ambos en el rango de 10 a 19 años.

Como parte del Día Mundial para la Prevención del Suicidio (que se conmemoró el martes 10 de septiembre), entrevistamos a nuestras tres psicólogas del Campus CDMX; Gabriela Luna (Secundaria y CCH), Adriana Marín (Primaria) y Mariana Gómez (Preescolar), para conocer más sobre los factores de riesgo, las acciones del Colegio alrededor de este tema, así como lo que falta por hacer para trabajar juntos en una prevención del suicidio, mediante una estrategia integral y multisectorial.

Les compartimos la primera parte de esta entrevista.

¿Cuáles son los mayores factores de riesgo del suicidio? 

Factores personales de riesgo: Autoexigencia excesiva, poca tolerancia a la frustración, conducta antisocial o problemas psicológicos.

Factores familiares de riesgo: Suicidios o intentos de suicidio, excesivas demandas de los padres, poca atención de sus necesidades, permisividad, maltrato físico o psicológico; abuso sexual. Abandono. Se subestiman sus problemas emocionales.

Factores escolares de riesgo: Sufrir acoso escolar, bullying, sentirse rechazado por ser diferente. Altos niveles de exigencia académica, falta de espacios de escucha o reflexión.

Factores sociales de riesgo: Aislamiento social. Ausencia o pérdida de red social de apoyo. Acontecimientos estresantes o pérdidas que reactiven el desamparo. Muertes o ausencias de personas significativas. Acceso a información inadecuada (videos, redes sociales, televisión).

¿Cómo se pueden identificar a los estudiantes con posible riesgo de suicidio?

Gabriela: En el caso de los adolescentes es importante identificar a aquellos con un estilo de pensamiento predominantemente negativo o catastrófico, que se autocrítican, autohumillan o autolesionan. Una señal de alerta puede ser un cambio repentino de alimentación, higiene y hábitos de sueño; consumo repentino de tóxicos o alcohol o bien, aumento del consumo habitual. Acciones imprudentes o correr riesgos innecesarios. También comentarios sobre sí mismos o sobre su vida como “no valgo nada”, “la vida no tiene sentido” o “las cosas no van a mejorar nunca”, “me gustaría desaparecer” o “ya no puedo más”, la redacción de notas o mensajes de despedida, predilección por temas relacionados con el suicidio o la muerte.

Adriana: Para los alumnos de Primaria es importante observar las habilidades socioemocionales que presentan en las diversas actividades, ya que niños que se aíslan y que son susceptibles de sentirse amenazados, que escriben en sus trabajos palabras de desprecio hacia ellos mismos o hacia otros compañeros, que presentan caos en sus responsabilidades o cuando sucede algo que aparentemente no es tan grave y se observa que están teniendo dificultad en su inteligencia emocional y sintiendo que su ambiente es amenazante, baja motivación, algún evento traumático o doloroso se detecta y se da seguimiento.

Tenemos el respaldo de las profesoras de grupo, ya que cuando identifican un alumno con este comportamiento lo canalizan al DPP departamento psicopedagógico para conocer el contexto de porque está actuando de esa manera.

 Mariana: A pesar de que el suicidio como acción o ideación no sea común que se presente durante el primer septenio de vida, sí hay indicadores que pueden aparecer a temprana edad.

Incluso la depresión infantil también ya está tipificada y es un trastorno que muchas veces pasa desapercibido, es olvidado, desconocido o confundido con otros trastornos al pensar que «un niño no puede deprimirse al no tener responsabilidades, ni preocupaciones». Al menos 1 de cada 100 infantes sufre depresión infantil y sólo el 25% son diagnisticados y tratados.

Por supuesto que desde la tristeza, hasta el trastorno depresivo hay un amplio espectro y muchas de las emociones que podrían en algún momento ser factores de riesgo, son emociones normales, adaptativas y necesarias (como la tristeza, la hostilidad, la ira) y es importante que no patologicemos cualquier emoción y las consideremos en automático factores de riesgo sólo por presentarse. Aquí la cuestión sería ver la frecuencia, intensidad y duración tanto de las emociones como de las conductas asociadas a ellas.

Además es importante tomar en cuenta la etapa del desarrollo en la que cada niño está. Por ejemplo, se considera normal que un pequeño que acaba de entrar al Maternal, presente llanto frecuente; los niños más pequeños están en una etapa de exploración y conociendo los límites de su cuerpo; es posible que no midan ciertos riesgos; por ejemplo, que hagan preguntas o dibujos relacionados con la muerte, así como hacen preguntas sobre el origen de la vida; en estos casos sólo habrá que escuchar sus historias y observar si son conductas repetitivas y perdurables en el tiempo o no.

 ¿Cuáles son los Factores Protectores y cuáles son las medidas que se puede tomar para disminuir los riesgos?

Gabriela: Un factor protector es todo eso que puedes hacer y pensar para poder estar bien y hacerle frente a una situación problemática. Hay que desarrollar en los niños y jóvenes habilidades de autoconocimiento, empatía, toma de decisiones, manejo de estrés, solución de problemas y conflictos, conocimiento y manejo de sus emociones y sentimientos, todo esto se traduce en alta autoestima, mayor confianza en sí mismo y capacidad de resiliencia, una capacidad que te posibilita a enfrentar las adversidades de la vida, aprender de ellas y seguir adelante.

Adriana: En la Primaria se tienen implementados programas como “paloma de paz” en donde los niños aprenden a resolver los conflictos que pueden llegar a presentarse, aclarando las cosas y haciendo un acuerdo para ue quede resuelto el conflicto. Entre sus actividades semanales tienen una actividad que se llama círculo de confianza en donde exponen las situaciones de la semana en donde sintieron de tal cual manera pueden resolverlo con comunicación. Pueden acercarse a un adulto de confianza para compartir sobre algo que sucedió.

Mariana:

Autoconocimiento: Fomentar actividades que les permita reconocer sus características,  habilidades y capacidades (físicas, sociales, emocionales, etc).

Pensamiento crítico: Fomentar y dar cabida a las preguntas y a los cuestionamientos; nunca menospreciar la curiosidad genuina de l@s niñ@s y fomentar su creatividad.

Relaciones interepersonales: Ofrecer espacios recreativos, de juego y de interacción social; la generación de redes sociales (no virtuales) y el cultivar las relaciones interpersonales en los distintos contextos es fundamental.

Toma de decisiones: Ofrecer constantemente momentos en los niños puedan decidir, aunque sea en pequeñas cosas, y tomar parte en decisiones correspondientes a su edad. Si bien no pueden tomar parte en todas las decisiones, al menos que su opinión sea tomada en cuenta.

Manejo de tensión y estrés: Validar y no castigar el error; dar el mensaje de que está permitido, y que incluso es necesario, equivocarse.

Comunicación comprensiva: Escuchar lo que ellos (no sólo lo que los adultos a su alrededor) tienen que decir, es importantísimo. La información más fiable que podemos obtener en referencia a sus pensamientos y emociones es a través de los mismos niños. Los adultos de su entorno pueden contruibuir informando sobre las conductas observables en los distintos contextos.

Pensando en el estilo de vida actual, es necesario ofrecer a los niños espacios de «no hacer nada» y no sólo espacios de actividades dirigidas (mucho menos saturarlos con actividades y clases extraescolares). El juego libre y la convivencia no estructurada con sus pares es la mejor manera de aprender y fortalecer todas las habilidades antes mencionadas, de modo que reconozcan sus habilidades, tomen decisiones, resuelvan conflictos, desarrollen la empatía, se hagan de una red de amigos, etc.

Ésta fue la primera parte de la entrevista realizada a Gabriela Luna, Adriana Marín y Mariana Gómez, psicólogas de nuestro Campus CDMX. 

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