Colegio Suizo de México | May 21, 2020
Por Mariana Gómez Lvoff, Psicóloga de Preescolar.
Hace unos días escuchaba la preocupación de algunas familias, incluida la mía, respecto a que sus hij@s se han vuelto muy “demandantes” a partir del confinamiento y han pedido más acompañamiento en actividades que ya habían logrado hacer sol@s en otros momentos. Algun@s nos preguntamos sobre cómo hacer para acompañar y devolver poco a poco esta autonomía que ya habían empezado a construir en ciertas áreas. Pero entonces pienso que, antes de buscar estrategias para “resolver”, sería importante preguntarnos ¿qué hay detrás de esa demanda? ¿Realmente necesitarán más leche, o nuestra ayuda para ir al baño, o nuestras ideas para poder jugar? ¿O esta demanda va más allá de las cosas evidentes y sólo es un deseo de sentirse acompañad@s?
Tal vez no necesiten más leche, pero sí el abrazo que la acompaña; tal vez no necesiten nuestra ayuda para ir al baño, pero sí nuestra compañía y nuestra conversación; tal vez sepan y puedan jugar sol@s pero quieren sentir nuestra presencia y nuestra mirada.
Como familias tenemos una enorme oportunidad de fortalecer estos vínculos que tantas veces se ven mermados por las dinámicas y estilos de vida en que estamos inmers@s.
Si bien la escuela posibilita, indudablemente, grandes aprendizajes principalmente a nivel relacional con pares, la casa debería de ser el mejor lugar en donde un niñ@ puede estar y mamá y/o papá l@s mejores cuidadores que puede o debería tener.
Tal vez este momento permita, a la mayoría, darnos todas esas pausas y paradas – sin prisa – que a veces no podemos darnos para escuchar a nuestros hijos e hijas. Y no me refiero sólo a escuchar lo que tengan que decirnos con sus interminables y encantadoras historias y relatos. Me refiero a escuchar también lo que su cuerpo y su ritmo vital tenga que decirnos. Escuchar y respetar sus procesos.
A veces como mamás y papás pensamos que estar presentes implica sólo hacer actividades con nuestr@s hij@s, o jugar a lo que ell@s juegan, o proponerles actividades o entretenerles. Y, como comenté antes, posiblemente a much@s nos pasará que en estos tiempos de confinamiento la demanda por estar/jugar/hacer cosas con nosotr@s haya crecido incluso en actividades en las que ya lograban desplegar mayor autonomía.
Leyendo un texto de la pedagoga Romina Pérez Toldi, retomo y reafirmo la idea de que la clave no está en las actividades lúdicas únicamente, sino – y principalmente – en los cuidados cotidianos que a veces cumplimos por “trámite” y los queremos hacer lo más rápidamente posible para regresar al juego o a la actividad “importante”. Ahora que las prisas, hasta cierto punto, pueden dejarse un poco de lado, es un momento ideal para dar el tiempo necesario y merecido a estas prácticas. Es en estos cuidados en donde se pueden ejercitar increíblemente la escucha, la comunicación, el vínculo y la presencia.
Con cuidados cotidianos me refiero a cosas tan sencillas como acompañar al baño, comer, vestir, cambiar el pañal, desvestirse, abrochar un zapato, acompañar a dormir, lavar los dientes, bañar, cortar uñas, limpiar la nariz, lavarse las manos (que cuántas veces no haremos en estos tiempos).
Romina Pérez Toldi comenta que los cuidados cotidianos “son por excelencia el espacio para la relación íntima, para la atención plena el uno en el otro y los dos en una tercera cosa compartida y son el momento para el diálogo, la escucha y la cooperación”.
Son justo estos momentos donde nuestr@s hij@s podrán integrar nuestra presencia y nuestra atención como cuidadores; y cuando esta relación es de confianza, de complicidad, de honestidad y respeto a los tiempos vitales de l@s niñ@s, se promueve un vínculo seguro.
Habiendo esto, también el niñ@ tendrá una imagen positiva de sí mism@, un sentimiento de competencia que permitirá que tenga mayores periodos de actividad autónoma; por ejemplo, que pueda jugar más tiempo sol@ sin necesidad del adulto. No es que esta necesidad no exista, no es que no necesite del adulto, sino que la presencia de éste se integra precisamente en los cuidados cotidianos y no requiere de otros espacios.
El vínculo se crea y fortalece, no en momentos grandiosos y excepcionales, sino en todos estos pequeños momentos y detalles de todos los días.
Les invitamos a estar presentes, a escuchar desde otro lugar, a escuchar las historias que las niñas y los niños, sus mentes y sus cuerpos, tienen que contarnos en estos paréntesis y en estos espacios privilegiados de calma y de intimidad.