Colegio Suizo de México | Jun 25, 2020
Por Miguel Arenas
Miguel está triste.
Ha visto cada gota caer y deslizarse desde lo alto de su ventana hasta llegar a la parte inferior del marco de ésta; una actividad nada nueva para él. Pero esta vez, de alguna manera es diferente. Todo es más lento, más monótono. Ha estado lloviendo desde hace ya 10 minutos, más o menos como ayer. O como antier. ¿Hoy es martes? ¿Lunes? ¿Día 93 de cuarentena? Le es indiferente.
Miguel está triste porque no puede salir. Miguel no puede ir a la escuela y hacer todo lo que uno hace cuando realiza tan rutinaria actividad: caminar por la calle hacia la escuela, encontrarse con caras conocidas y amigables, saludar a sus compañeros, abrir el locker, sacar sus cosas de su mochila, apurarse para llegar a Física. Todo eso ha quedado en un pasado extrañamente remoto. Sólo han sido tres meses; además, “el próximo año verás a tus amigos otra vez” le dicen.
Pero Miguel sabe que no verá a algunos de sus amigos otra vez el próximo año. Algunos han optado por otros caminos, diferentes a lo que el Colegio Suizo de México les ofrece. El último día que ellos fueron sus compañeros de forma real (no a través de 1280 x 800 píxeles) ni siquiera fue memorable. “Pero los vas a poder seguir viendo, no es como que se hayan muerto”, le dicen.
Bueno, el último día con sus antiguos compañeros sí fue memorable, ha de admitir. Pero no lo fue por haber celebrado la gran graduación que habían planeado y por la que habían trabajado tanto; tampoco lo fue por los eventos ocurridos aquel día. El 12 de marzo de 2020 es, y será, un día especial para Miguel porque ese día, sin que nadie le avisara o actuara como tal, sería su último día en la secundaria.
Sí. Es cierto que tanto los maestros como el Colegio han intentado sacar el mayor provecho de las clases en línea. Algunos maestros incluso lo han intentado en exceso. Mas sólo ahora se ha dado cuenta Miguel, que una pantalla, a pesar de ser la imitación más cercana que tenemos de la realidad, es sorprendentemente falsa. Un click y la persona desaparece, una mala conexión es una clase perdida, tres clicks y puedes aparentar estar en la playa en vez de la sala de tu casa. Las apariencias nunca habían sido más falsas.
Clicks, clicks, clicks. Enviar. Recibido, leído y escribiendo. Un mensaje nuevo. Diez mensajes nuevos. Es la nueva y única manera de comunicarse. Haz una videollamada, le dicen a Miguel, pero le es particularmente tedioso ver a la persona en una pantalla de poco menos de 15 centímetros de altura. “Llámales entonces”, dice su madre, pero ella es la primera en irrumpir en conversaciones, que de otra manera serían privadas.
Los planes con sus amigos (y su chica, diría su amigo Andrés) son inútiles. “Cuando salgamos hay que ir a tal”. “El día que nos veamos hacemos esto”. “Cuando podamos vernos…”. ¿Cuándo podremos vernos? Eventualmente todo acaba en un “cuando podamos vernos”.
La lluvia por fin ha parado. El sol está comenzando a salir. Miguel se para, abre la puerta corrediza que da a la parte destechada de su roof garden y sale. “Qué afortunado soy de tener este espacio; ya me habría vuelto loco si no pudiera subir aquí al menos a que me dé el sol”, se dice. Pero él en realidad también es afortunado por tener una casa propia; porque sus papás no hayan perdido su trabajo y tengan que hipotecarla.
Entonces siente el aire fresco en su cara, llenando sus pulmones de aire limpio. Increíble. Aire limpio en la ciudad de México. Recuerda cómo en mayo del año pasado habían estado todos un tiempo en cuarentena, pero por la contingencia ambiental.
Camina unos pasos, luego trota. El piso sigue mojado, pero esto no le impide empezar a correr y a saltar. Se siente bien. Recuerda cómo en junio del año pasado no habría podido siquiera caminar, ya que tenía el pie roto.
“¿Qué pasaría si ahora me hubiera roto el pie?”, piensa. Los hospitales están llenos. Nadie está atendiendo cosas que ahora son menores, como un pie roto, caries, apendicitis, o incluso cáncer. La gente que padece de algo así la está pasando verdaderamente mal. Ya ni siquiera hablemos de los enfermos de Covid…
Salud. Miguel tiene salud. Su familia y sus amigos tienen salud. Miguel tiene a su familia y su círculo de amigos completo. Eso ya es algo que 17, 500 familias y amigos hoy en México no pueden decir. Y definitivamente, después de eso, absolutamente cualquier problema se hace pequeño. Lo que importa ahora es mantenerse sanos. Lo malo va a pasar.
Sí. Nos podremos ver de nuevo.
Miguel ya no está triste, está agradecido.